martes, 16 de noviembre de 2010

No debería contarlo..

(¿Y qué si no tenemos ganas de hablar de las "cosas que importan"? ¿Y qué si las "cosas que importan" valen sombrilla- sólo por hoy-, a saber: el narcotráfico, los deportes,la corrupción, los políticos inmorales, los cómicos de la televisión estúpida, la hípica y el club, los votos, los partidos, el Congreso, un presidente obsesionado con los criminales, empresarios empeñados en sangrarnos? ¿ Y qué si nos sacudimos de una vida normal, cuando "normal" es respirar las coladeras involuntariamente? ¿Y qué si traficamos perlas con una tortuga bondadosa y mala para los negocios; si encontramos la fuente de la comida que no engorda; si pensamos que los que salen a las seis de la tarde de sus trabajos sí tienen idea clara de qué hacer con sus vidas sin cine, sin cerveza, sin angustia, y recuerdan bien el día preciso en el que estuvieron vivos por primera vez? ¿Y si nos vale y hoy escribo lo que me venga en gana? ).
No debería contarlo, pero me envenena tener que sonreír cuando en realidad quiero juntar hormigas en un botecito para depositarlas lejos y esperar a que formen un hogar en el que la reina no sepa que el fin del mundo llegó hace tiempo, y que soy un zombie amoroso que ha entendido el valor de los milagros.
No debería contarlo, pero el resto de los días que me quedan me parecen muchos, y no lo digo para asustar al banco o a quienes esperan a que me llene de hijos: es para decirle a Sabritas que deje de fabricar Cheetos de bolitas porque no hubo, ni habrá un gordo más fiel que yo.
Se supone que no debería contarlo, pero duermo con la puerta abierta para que alguien entre y me degüelle sin dolor, o para que tú entres, me arañes, me despiertes y me digas que tuve un mal sueño en el que no estabas.
No debería contarlo, pero ésta pared de lodo guarda suficientes recuerdos(¡libérame, libérame!) como para decir que no debo mirar atrás, porque el lodo me da alergia y me cagan los diarios, aún el de Ana Frank.
No debería contarlo, pero Noviembre está demasiado lejos si alcanzo a vivirlo, y Septiembre huele a turbio y Enero es el principio de una fiesta aburrida.
No debería contarlo, pero tengo ganas de quejarme porque nadie se parece a ti: ni las que rayan en la perfección, ni las que son ejemplo en las vanguardias, ni las que tienen tantos lunares o tantos dientes podridos como para espantar al drogadicto del barrio.
No debería contarlo, pero no me importa si soy el primero en tu vida o eres la última, siempre y cuando seas la mía.
Se supone que no debería contarlo, pero hay días en los que despierto con ganas de que rondes mi edificio, y no para volver a vivir lo que ya no se vive (porque asi es la vida: cuenta arriba), sino para regalarte mi ánimo y para que hagas con él lo que sabes hacer mejor: dejarlo escapar.
No debería decirlo, pero cada tarde es más pequeña, y cada noche es más larga, y cada camino lleva más polvo, y las horas son plantas sin abejas en un jardín que me empeño en cultivar para ti, aunque sepa que no será tuyo.
No debería contarlo. No hoy, cuando existen tantas "cosas que importan". No hoy, cuando éste país se desangra. No hoy, cuando la poesía lleva pólvora y estruendos de granadas. No hoy, cuando los corruptos son más corruptos y los idiotas más idiotas.
Se supone que no debería contarlo, pero no puedo guardar silencio: Soy incapaz de gritar al aire, de respirar, de mirar la sangre, de sacudir el polvo, de destruirme el hígado y de abandonar la esperanza sin pensar en ti. "Las cosas que importan" sí importan porque estás tú. Pero ¡qué bueno!, importan menos cada vez. Pasa el otoño, viene el invierno: Hay primaveras que no volverán.
Alejandro Páez Varela

Porqué no puedo pensar por cuenta propia

-Para SS. Breve homenaje a Juan Gelman

Ya que navegas por mi sangre y conoces mis debilidades, y no te atreves a despertarme a mitad del día o cuando camino por los pasillos de tus sueños; ya que cabes en el hueco de mi mano y me escondes en el hueco de la tuya para que no me escape, para que no me recueste en las sombras; ya que eres mi paz, mi paciencia y mi furia, explícame: ¿Qué diablos hago? ¿Por qué te necesito? ¿Quién eres, muda, ciega, sola? ¿Quién te dió permiso para recorrerme, razón de mi pasión?
Ya que cruzas el pantano conmigo y los dos nos manchamos hasta la barbilla y festejamos porque el lodo sabe a rosas pra los que aman; ya que me obligas a olvidar mi nombre y a pronunciar el tuyo despacito para que se vuelva el mío; ya que te has convertido en el aliento de las tardes, en párrafos completos de Juan Gelman que leo o respiro o plagio porque no puedo pensar por cuenta propia; ya que eres la fractura de las madrugadas, la respiración en cada frase y la distancia entre mis ojos y los cristales, dime: qué digo, en dónde te escondo par que nadie te encuentre, cómo es que ahora te palpito.
Porque quiero llenarte solamente de mí y abarcarte (aún sin abrir los brazos). Y consumirte, acabarte, llevarte adentro y ser tú por fuera; comerme tus huesitos y lamer tu piel con la devoción del gato que dormita en la ventana una tarde de sol sin prisa. Porque quiero ser el mago que te parte en cinco y te une en presencia de todos, las hojas de otoño que te cubren, la tierra que levantas cuando corres y el cochinito de piloncillo que sopeas en la leche.
Porque quiero mezclarme en tus cabellos y entrar más adentro que lo adentro y ser parte de ti.
Ya que navegas por mi vida y conoces mis puntos flacos y mis comas tristes, y me duermes con tu aroma buena parte del día y aplastas los recuerdos para sobrevivir solamente tú, dime, ¿quién eres? ¿qué hago? ¿por qué te deslizas en mi saliva, por qué me siento perdido si no te veo? ¿por qué secuestras mis ganas de darme por vencido? Dime, ¿cómo es que ahora te necesito?
Y eres única patria, refugio, espada contra mi bestia interior. Y eres el fin de la memoria, el susurro que contiene la marcha de los recuerdos. Y eres, también, aliada contra el olvido.
Alejandro Páez Varela.